Mensaje de Inauguración XVIII Feria Internacional del Libro

15 de octubre de 2015

A nombre del Centro de Bellas Artes de Puerto Rico y del mío propio le damos la bienvenida a esta decimoctava edición de la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico. Es un honor para nosotros ser el Presentador Oficial de este evento internacional dedicado a la cultura del libro y, por consiguiente, a todos los lectores, que somos, habidas cuentas, los que le damos vida, alma y permanencia a la palabra escrita.

Esta celebración me permite reflexionar sobre la trascendencia de la cultura del libro en la historia de la civilización y recordar el valor, así como las amenazas y peripecias que a lo largo y ancho de la historia, los lectores y amantes de los libros han tenido que superar para salvaguardar su existencia y persistencia. Gracias a eventos como el que inauguramos esta noche, se revalida una y otra vez la continuidad de este preciado legado.

Podemos afirmar que la historia del libro ha sido también la historia de la destrucción del libro. Este hecho nos obliga a reconocer cuan firme, pero también vulnerable, ha sido nuestra cultura del libro y, por consiguiente, nos alerta a no dar por sentado el derecho inalienable de este bien común.

No debemos olvidar que la quema o destrucción de libros ha sido una constante en la historia de la humanidad. Se remonta a los albores de la escritura en la región de Sumer hace aproximadamente 5,300 años, y se prolonga ininterrumpidamente hasta el s XXI con la quema, saqueo y destrucción del Archivo y de la Biblioteca Nacional de Bagdad en Irak como resultado de la invasión norteamericana a ese país.

Las razones por las cuales el ser humano ha perpetuado la destrucción masiva de libros han sido diversas y paradójicas. No obstante, podemos identificar como denominador común los fundamentalismos de todo tipo, sean éstos de carácter  religioso, político o ideológico. La intolerancia, el ánimo de aniquilar una memoria escrita, una cultura, un pasado; el afán de higienizar, de sustituir una identidad por otra, unas ideas por otras, para imponer un nuevo presente absoluto.

El sesenta  por ciento de los desastres bibliográficos han sido intencionales. No eran bárbaros, ignorantes o gente inculta los mayores destructores de libros, sino intelectuales los que han estado detrás de las purgas ideológicas, de las incisivas inquisiciones religiosas así como de las dictaduras y persecuciones políticas más sangrientas.

A pesar de los avances sociales marcados por una mayor conciencia  hacia la diferencia de las ideas del otro, los fundamentalismos de todo tipo siguen peligrosamente en ascenso en la sociedad contemporánea.

Decía el poeta alemán Henrich Heine que: “Ahí donde queman libros terminan quemando hombres”.

Por eso, la destrucción de libros debe servirnos de advertencia, de alerta para defender nuestro derecho al uso y disfrute de ese rico patrimonio que pertenece a toda la humanidad.

Por eso, debemos, no solo celebrar, sino también apoyar y defender la iniciativa, gestión, y sobre todo, la continuidad de mantener Ferias del Libro como ésta que se han mantenido durante dieciocho años. Una verdadera gesta en tiempos tan revueltos y cambiantes como los que vivimos.

Quiero  agradecer al equipo de trabajo de la Feria y del Centro de Bellas Artes que han dado el máximo y en especial, quiero agradecer a la poeta y profesora  Dalia Nieves Albert y al historiador, bibliófilo y coleccionista José Pepe Carvajal por la perseverancia y el compromiso siempre renovado para hacer posible esta celebración.

 

Ricardo Cobián Figeroux

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